Publicaciones:
El Mar de Venus. Editorial Hijos del Hule. Barcelona (2010).
Ferro, el Muñeco de Hojalata que Quería ser un Niño con Corazón. Ediciones Gentle Noise. Barcelona (2011).
La Habitación de los Pájaros. Premio Relatos Románticos (2012). Publicación en antología Ese Amor que Nos Lleva, Ediciones Rubeo. Barcelona.
Microrrelato. (Antología). Epidermis. Barcelona (2012).
De tu boca, el despertar (poemario). Ediciones Carena (2013, Barcelona).
Todas las primaveras son pecado (poemario). Ediciones Carena (2016, Barcelona)


sábado, 4 de junio de 2011

UN LUGAR
Al preguntarme acerca de mi lugar ideal comencé a soñar con un bosque espeso y selvático. En él se concentrarían las especies animales y vegetales más variadas, adaptadas a un clima cálido y fresco de lluvias suaves e intermitentes.
Su naturaleza es tan rica y tan sabia que el ser humano no necesita hablar para evolucionar o subsistir: un simple sentir basta para que ella se ofrezca maternal y generosa.
Hombre y mujer no existen como tal, existe solo la especie humana, porque la división de género dejó de ser necesaria a causa de la unión y consiguiente asimilación de los sexos.
El ser humano es un bípedo bisexuado con dos corazones y un solo hemisferio cerebral.
El Amor es el dios que rige su universo, y como tal es eternamente venerado por todos los seres vivos, e incluso por aquellos inertes que, como el agua, le dedican dulces melodías al pasar.
Todo se hace por el Amor y la felicidad que éste conlleva, porque dicha felicidad genera en los seres el alimento, que siempre es abundante.
Aquí, en mi lugar, el Amor no es excluyente. Un día, alguien dijo que solo se podía amar al de su propia especie; sin embargo, cuando estas mismas especies dejaron de amarse, surgió el pleno Amor en la tierra, que se inflamó de vida.
Y ahora, el ciprés ama al caballo, el pájaro ama al viento; el ser humano ama al tigre, al leopardo, al ser humano… Y así indefinidamente.
El alimento lo proporciona cada uno de estos seres a partir de sí mismo, porque siempre hay una parte que no necesitan y pueden regenerar convirtiéndola en otra cosa.
El espacio no es jerárquico: ninguna especie predomina.
La muerte en sí no existe, existe el paso y la transformación; de modo que todo es nacimiento y vida.
La gravedad es solo una opción: los seres pueden elegirla o no, al igual que pueden observar lo que acontece más allá del cielo, porque no hay límites ni horizontes en la mirada, y por ello su comunión con el universo es absoluta y cósmica.
En ese nuevo mundo, yo sería un ser humano más, con dos sexos y dos corazones, levitaría desnudo acariciando cada hoja, cada piedra… En especial, amaría al árbol y al caballo, por ser seres de tierra y yo de agua. Aunque también amaría al pájaro, al viento, al sol y a la luna, con quienes me fundiría cada día en una cópula mágica y silenciosa.
Mi casa sería el árbol, que me cobijaría entre sus raíces en las noches de lluvia.

Alba Seoane

1 comentario:

  1. Muy bonito...
    Leí hace tiempo un libro que me marcó mucho.Quizas fuera la edad o quizas fuerna las circunstancias, la estación del tiempo o simplemente fui yo, hacia mis adentros. Se llama Solaris, de Stanislav Lem. En ese libro hay algo de lo que cuentas, aunque solo es una interpretación...jejeje

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